Un día en la vida de un capellán de hospicio
Robert visita a varios pacientes todos los días
"El proceso de morir es como prepararse para irse de viaje", afirma Robert Cemillan, capellán de VITAS. "Cuando se planifica un viaje, la preparación es lo que determina cómo será el viaje y cómo terminará. Para este viaje, sólo se permite llevar recuerdos y amor en su maleta.
Robert ha sido capellán de VITAS por más de cuatro años. Es uno de los cientos de capellanes que forman parte de los equipos interdisciplinares de hospicio de VITAS en oficinas a lo largo y ancho de Estados Unidos. Además de un capellán, cada equipo está compuesto por un médico, un enfermero o enfermera, un auxiliar de hospicio, un trabajador o trabajadora social, un voluntario o voluntaria y un especialista en duelo. Juntos se encargan de atender a las necesidades físicas, emocionales y espirituales que enfrentan los paciente y sus seres queridos al final de la vida.
Un rol espiritual que va más allá de las plegarias
Como capellán de hospicio, las obligaciones de Robert van más allá de las plegarias. Es el único capellán del equipo interdisciplinar de cuidado a domicilio N.º 135 de VITAS en Kendall, Florida, y es responsable de dar apoyo espiritual a más de 60 enfermos terminales y sus familias, por lo cual visita hasta seis pacientes por día. Aunque se encarga de un área donde los pacienes son mayoritariamente hispanos, tiene pacientes de muchas otras religiones y culturas, incluidos judíos, criollos y asiáticos. Robert considera que su rol es mucho más que religioso.
"Soy más bien un orientador", comenta. "Ayudo a la familia a encontrar sus propias respuestas y a que pueda manifestar sus miedos y preocupaciones". En un día cualquiera, puede que atienda las cuestiones espirituales relacionadas con las órdenes de No resucitación, ayude a una familia con los arreglos para un funeral o le lea tranquilamente la Biblia a un paciente.
Prepararse para un día de escucha
Un día en la vida de un capellán de hospicio por lo general comienza a las 8:30 a. m., cuando llama a los pacientes a los que le gustaría visitar ese día Luego revisa sus notas y las rutinas de cada paciente antes de comenzar.
"Nunca se sabe con lo que uno se puede encontrar al llegar al hogar de un paciente", comenta. "A veces paso dos horas con una familia, a veces 20 minutos, según lo que se presente".
La cualidad más importante que puede tener un capellán de hospicio, afirma, es la capacidad de escuchar. "A menudo utilizo lo que yo llamo una 'pregunta fuerte' para animarlos a hablar sobre sus sentimientos. Cuando los escucho decir, 'Tengo miedo de que mi madre se muera', les digo, 'Puedo notarlo; ¿puede decirme por qué tiene miedo?'
"Trato de no interrumpirlos y dejarlos hablar. Y es posible que haya silencios. Apenas comencé como capellán, los silencios me resultaban difíciles. Ahora, honro esos silencios, porque sé que no estoy ahí para arreglar las cosas".
Visita a Isobel que está de luto
El día de hoy comienza con una visita a Isobel, cuyo marido murió hace una semana. Fue uno de los primeros pacientes de Robert como capellán de VITAS y Robert estaba junto a su cama cuando falleció. Antes de bajar del auto, Robert introduce un pañuelo cuidadosamente doblado en su bolsillo de atrás.
La casa está en silencio. La silla mecedora de Isobel se balancea mientras ella y Robert hablan sobre su esposo. Ambos echan un vistazo a la silla vacía junto al sofá; la silla de él. Robert escucha mientras Isobel habla sobre su hija, que vive a tres estados de distancia y que desea que Isobel se mude con ella. Isobel dice que está lista para mudarse; hay demasiados recuerdos aquí. Su esposo y ella se casaron en 1949. Sin embargo, no está segura de querer dejar la ciudad que ha sido su hogar durante tanto tiempo. Robert le asegura a Isobel que no tiene que tomar esas decisiones ahora mismo. Le sostiene la mano mientras hablan un poco más sobre su pérdida; Robert le da el pañuelo cuando aparecen las lágrimas.
Debido a que Isobel tiene 83 años de edad, tuvo un matrimonio largo y bueno y no tiene familia directa que viva cerca, su equipo de VITAS ha elaborado un plan de cuidado especial para ella, para que pueda sobrellevar su duelo. Consideran que necesita atención extra para atravesar este período de luto, así que Robert y el especialista en duelo la visitarán con más frecuencia que a otras personas que cuentan con una red de apoyo más sólida.
El teléfono de la casa suena y Robert toma esto como señal de que es hora de irse. Ha estado con Isobel por aproximadamente una hora. "Es importante saber cuándo retirarse", explica después. "Es una muestra de respeto a ellos y a su tiempo. Quiero que se alegren de verme la próxima vez". Pero antes de partir, le sugiere a Isobel que lo llame si necesita hablar. Le dice que la llamará y que regresará a visitarla la próxima semana.
Fred y Elaine se enfrentan a un duelo anticipado
No hay necesidad de tocar la puerta en la casa de Fred y de Elaine*, ya que Fred nunca cierra la puerta durante el día. Este hombre alto y delgado, de 89 años de edad, con un pequeño y alegre bigote y una gran sonrisa, saluda a Robert. Su esposa, Elaine, es la paciente de hospicio de VITAS. La pareja no tiene hijos ni familia directa en la ciudad. Después de más de 50 años de matrimonio, Fred está luchando para aceptar el diagnóstico terminal de su esposa, mientras que a ella le preocupa qué sucederá con él cuando ella ya no esté.
Mientras la auxiliar de hospicio le da a Elaine su baño, Robert tiene la oportunidad de hablar a solas con Fred y averiguar cómo está. Robert escucha atentamente mientras Fred habla sobre su esposa, con la voz llena de emoción, una lágrima que se escapa, sus dedos dando golpeteos a la mesa. Fred está pasando por lo que Robert denomina "duelo anticipado" o el duelo que se desarrolla antes de una muerte inminente.
"Cuando alguien está muriendo, el cuidador de la familia se preocupa por el futuro", explica Robert. "Mi rol es comenzar a trabajar en el presente para ayudarles a intentar enfrentar el futuro de buena manera. Hoy invitaré a Fred a intentar vivir de a un día por vez".
La auxiliar trae a Elaine a la habitación. Permanece sentada en su silla de ruedas, con el cabello cuidadosamente peinado pero, no obstante, se ven lágrimas en sus ojos. Le preocupa Fred, un asunto que ella y Robert han discutido con lujo de detalles en visitas anteriores. Hoy Robert les sugiere hablar sobre recuerdos felices. Fred saca su retrato de bodas y pronto la pareja está hablando, sonriendo y recordando buenas épocas.
Rebecca: una nueva paciente de hospicio
La próxima paciente que visita Robert es nueva en VITAS. Hasta ayer, Rebecca vivía en un establecimiento de vida asistida. Su hijo, quien vive fuera de la ciudad, quería que la trasladaran a la casa de unos amigos de la familia y que comenzara a recibir servicios de hospicio.
Esta es la primera visita de Robert a Rebecca y sus nuevos cuidadores. Dentro de la amplia casa, Rebecca duerme plácidamente. Aprovecha la oportunidad para presentarse y responder cualquier pregunta que la pareja de cuidado médico pueda tener. Habla con el hijo de Rebecca por teléfono; conversan sobre los arreglos funerarios. Mientras Robert está allí, la enfermera del equipo llega y comienza con la evaluación de Rebecca. Poco después, el técnico de los equipos médicos a domicilio de VITAS trae la cama de hospital y otros equipos y suplementos que Rebecca necesitará. Cuando Robert debe irse, la nueva paciente y los nuevos cuidadores quedan en buenas manos.
Enfocarse en el paciente, no en su teología personal
Robert nunca menciona sus propias creencias u opiniones teológicas en sus conversaciones. Conoce a los pacientes "donde se encuentren" a nivel espiritual, tal como lo describe. Llega a cada paciente con la mente abierta y evita suposiciones sobre su religión, cultura o creencias. A los que se lo piden, Robert les lee la Biblia. Si no la puede leer en su idioma, tiene una aplicación en el teléfono que sirve para leer la Biblia en numerosos idiomas. A solicitud del paciente, Robert también puede brindar los servicios de un sacerdote, rabino u otro líder religioso.
Afirma que su mayor desafío es conectarse con los pacientes sin dejar que los problemas de ellos afecten su vida personal. Su mayor gratificación es "ayudar a brindar apoyo y esperanza; esperanza para disminuir el dolor, disminuir la tristeza y validar su sufrimiento. Hacerles saber a los pacientes y sus familias que no están solos".
"Mi trabajo es una bendición"
Robert obtuvo su título de médico en su Cuba natal y completó residencias tanto en medicina familiar como en geriatría. Mientras trabajaba en una clínica geriátrica descubrió su pasión por ayudar a los ancianos. Sin embargo, su carrera dio un giro cuando decidió ingresar en el ministerio y comenzar a trabajar con su pastor presbiteriano local. Luego de obtener una maestría en divinidad en un seminario ecuménico en Cuba, trabajó en su ciudad natal de Cardenas, donde se ordenó como ministro presbiteriano.
Robert migró a Estados Unidos en 2009 para enseñar en una escuela presbiteriana como maestro de la Biblia. En 2012 completó el programa de dos años de educación clínica pastoral (CPE) de VITAS y comenzó a trabajar como capellán de hospicio en el equipo interdisciplinar de cuidado de hospicio a domicilio N.º 135.
Robert considera su trabajo "un llamado de Dios. Mi trabajo es una bendición", comenta. "No me siento mal cuando tengo que volver a trabajar el lunes o cuando mi jefe me llama en el medio de la noche para ir a ver a un paciente". Una vez al mes, Robert está de guardia, desde las 5:00 p. m. del viernes hasta las 8:00 a. m. del sábado. Por lo general se lo convoca sólo una vez durante ese período; sin embargo, dice que han llegado a convocarlo hasta cuatro veces. La mayoría de las veces, estas visitas tan tarde son para asistir a un fallecimiento. "Cuando esto sucede", explica, "soy responsable de registrar la hora oficial de la muerte, comunicarme con la casa funeraria y dar apoyo a la familia".
"La mejor medicina es el amor y la contención"
En definitiva, trabajar como capellán de hospicio es tan simple como estar presente y tan complejo como explicar lo inexplicable.
"La mejor medicina para alguien que está muriendo", comenta Robert, "es brindarle todo nuestro amor y contención. Para los cuidadores, es escuchar y respetar sus sentimientos de tristeza, miedo y enojo".
Todas las noches, cuando Robert se dirige a su hogar, dice que reflexiona sobre sus pacientes y su día. "Mi trabajo, mi ministerio, me ha ayudado a darme cuenta del valor que tiene cada día. Sé que el mañana es un regalo, así que debo vivir una eternidad a cada momento".
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*Excepto por el de Robert Cemillan e Isobel, todos los nombres de este artículo se han modificado a fin de proteger la privacidad.